Mino (Poema)
- Juan Román
- 1 jun 2015
- 2 Min. de lectura

Mino
Oh pequeño ser inquieto,
Cuanta falta hace tu presencia.
Mi alma desquebraja tanta ausencia.
Oh inventor de universos,
Dios impío de los jardines,
héroe anónimo de la madrugada.
La lluvia no ha cesado todavía,
pero no es la misma brisa
esa que mojaba tu armadura.
Valiente Cid victorioso de la noche.
Yo mismo, tampoco estoy,
mi conciencia fue a buscarte;
Los recuerdos son tu corazón.
En algún recoveco de las sombras,
puedo verte todavía,
con esa majestad graciosa:
Tan guerrero, tan Cid, tan triunfador.
El jardín ha quedado solo,
es una selva despoblada;
O mejor dicho la tierra de nadie
Donde el rey se ha ido.
Tú que dabas vida a las charcas,
con un sólo toque de tu mano.
Esa imperiosa mano que rasguñó mi corazón,
esa marca no se borra.
Me duele todavía
Hoy te siento vivo, justamente
Porque me duele todavía.
No sólo yo estoy triste,
las animas tampoco sienten tu consuelo.
Ya no estás en este universo,
Tú capaz de inventarlos a montones.
No te reclamo mi dolor,
ni disculpo tu ausencia.
Sólo te doy vida,
como tú lo hacías con los jardines de las madrugadas.
Donde imperaste hasta que fuiste:
Un Dios omnipresente.
Como los Dioses de los pueblos conquistados,
fuiste tan vulnerable y frágil.
Ya no tan de hierro, ni de bronce.
Fuiste gladiador,
Ya no hecho de piedra.
Simplemente de cristal,
como una figura mística de barro.
A lo mejor porque uno nunca siente mortal,
lo que ha estado vivo,
ni piensa en la caprichosa paradoja,
que destruye lo que vive
solamente por ese requisito.
He dominado los instintos de escribirte,
porque no soy digno de hablar de lo sagrado.
Ahora mismo llueve en mis entrañas.
Y no es que tinta y papel te borren,
tampoco que te inventen.
¿Cómo no hablar del Dios omnipresente?
Portentoso vigilante de las plantas.
Espíritu del maravilloso bosque,
sigiloso y acechante.
Emperador de mi universo.
Tu poderosa existencia es un milagro.
¿Cómo no adorar al ser fantástico?
Que hace simple lo vivido.
Magnánimo ser de los jardines.
Jubiloso amigo de mi alma.
Incomprensible criatura carismática,
que con la mano animaba el agua.
De la misma mano que la vida se compone,
animador de las cosas siempre inertes.
Tú que me diste tanta paz,
para después llevártela.
¿Cómo no recordar al Dios omnipresente?
Si gobierna mi universo.
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