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Las flores de la ciudad

  • Juan Román
  • 2 sept 2015
  • 1 Min. de lectura

Hay flores que crecen Inmersas en la vida cotidiana,

Hermosas florecen todos los días,

Haciendo del mundo un canto que el viento se lleva.

Polen sonoro lleno de esperanza y de sueños,

Que el viento se lleva

Lo reparte en suspiros, un pequeño consuelo

Momentáneo que nos visita en los días malos.

Esas flores respiran el humo negro de las ciudades,

Se cubren de polvo y sin embargo, no se secan.

Permanecen radiantes y hermosas,

Como un Sol que emerge en el abismo.

Como un Sol que calienta las mañanas de invierno.

Entre el cemento y el hollín germinan pequeñas flores,

Hermosas, llenas de vida y color, llenas de esperanza.

Habitan las grietas y los rincones que la luz ilumina.

Nada las vence, ni la lluvia, ni el aire

Tampoco la oscuridad ni el miedo.

Entre la gente común también germinan hermosas flores.

Un bello jardín puede erigirse aun entre lo cotidiano;

Una luciérnaga puede vivir con su luz milagrosa

Dentro de la vida común, entre la gente.

Un rayo de luz puede penetrar la más sórdida penumbra;

Una mariposa vuela buscando refugio en plena tormenta.

El aire cálido poder acercarse a la ventana

En los días fríos de invierno, y lo podemos sentir;

A pesar del frio, a pesar del hielo.

Las flores que son como un rayo de luz

En la plena penumbra, vienen a enseñarnos cómo vivir.

Las podemos ver, las podemos sentir.

Viven cerca de nosotros, o lejos…

Pero tan cerca, que es imposible no admirarlas.

Entonces resulta necesario agradécele a la vida

Que las deja crecer aunque sea entre las grietas.


 
 
 

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